"Me busco en Cedrón" - María Souto 2015
La obra vanguardista de Alberto Cedrón es una de las explosiones que se producen tan raramente en nuestro país. Uno de los primeros exponentes del informalismo. Trasciende su obra cuando utiliza todos los materiales disponibles para comunicar su arte. El estilo abstracto pletórico de simbolismo. Sus obras dan gran importancia al sustrato material. Tela, piedra, crámica, muros, madera, metales, papel. Nada escapó a su incesante búsqueda de sustentos para su arte. Es la negación, el anti- arte al gusto establecido a la estética simulada, vacía y rota, pero que da vida a la esencia sincera y preclara del ser que crea un mundo raro y extraño, de una estructura propia.
Enfrentó el arte complaciente con un grito desafiante, caótico y sublime.
Su obra, como la de Antoni Tápies, es la catarsis, es el grito sabio y desafiante, el aleluya del yo impersonal, caótico y sublime.
Su excelso sentido del humor lo llevó a plasmar todo lo que vió. Sus carteles, antipublicitarios, así lo demuestran. Con la ignorancia fingida de la ortografía, nos llevó a disfrutar de todo tipo de comunicación popular. Su fino sentido del humor, su aguda ironía, su sensibilidad, todo Cedrón nos lleva a reconocer y reconocernos en su legado.
El arte de Cedrón nos grita, escuchemos esa música maravillosa.

En sus obras se repiten una serie de signos e imágenes que pertenecen al mundo simbólico e interior del artista, con claras alusiones al universo, la vida, la muerte o la sexualidad.

La obra de Cedrón también está relacionada con los acontecimientos políticos argentinos. Su obligado exilio, junto a su familia, a mediados de la década del 70, lo llevó a múltiples destinos. La evasión no lo alejó. El volvió siempre y tras su muerte, regresa pisando firme.